(O... El obligado MSN de por medio)
Ese lunes era uno más. Con Juanka desaparecido, sin haber contestado ni uno de los dos mensajes que le había escrito en esos días, mi única preocupación era el estudio.
No había lugar para replanteos. De lo mucho que quería decir, poco se había declarado (o aclarado), en ese largo mensaje. Y esa era mi única fuente de expresión frente a su ausencia. Hasta ese lunes...
Cuando me disponía a disfrutar mi serie favorita (más inoportuno no pudo ser), repentinamente se dignó a hablarme en el MSN. No a hablar, a discutir.
“Hey, che, una cosita nomás”, fueron sus primeras líneas, “Nunca pensaste que no tenía crédito???”
El mundo casi se derrumba frente a mi. Cómo le explicaría que no creo en eso, que en mi mente son mentiras inventadas por alguien que trata de excusarse de algo y que su no-respuesta era más concordante con sus actos de indiferencia que con una mera “falta de crédito”.
Mis intentos fueron en vano. Él tenía todos los pretextos que quisiese para considerarme la “loca que se da manija sola cuando no respondo”. Pero no tendría que ser así, ¿Cuánto tiempo claramente me esquivó después de estar a un paso de ser algo?
El desencadenante de la pelea fue ese estúpido mensaje del sábado por la noche, pero aprovechó la discusión. Me recriminó mensajes que le había mandado en año nuevo.
Frente a su alejamiento y a sus rodeos, una persona que estaba ebria y desesperada por llamar su atención (es decir, yo), intentó las formas más persuasivas y más grotescas para encontrarse con él. Sin resultados, por supuesto.
Está bien, una señorita decente no debería insistir a un señor para que la pase a buscar de una fiesta, sobre todo en determinadas formas. Pero fue sorprendente lo que me reprochó de ese día:
“por qué vos podes retarme a mí??” – creo que ese día lo que menos hice fue parecerme a su vieja, mucho menos “retándole”
“q derecho tenés a determinar como va mi vida?” – ¿así que ahora hablamos de un plano más amplio? No quería determinar tu vida, ¡sólo cómo terminar esa noche!
“te enojás porque estoy con mis amigos, y en otro lado” – ahí sí derrapó. Tal vez me enojé, pero tus amigos no son vela de este entierro...
En esa discusión, donde la única testigo era la fibra óptica, tuve todas las de perder. Su actitud era la que me destrozaba...
“estás bien de la cabeza...”, eran las frases que más dolían, “vos estás ´escuchando´ lo que me decís???”, era lo que recibía después de una absurda respuesta mía, “noooooo, dejá nomás”. Todas las palabras que yo elegía, fueron siempre las incorrectas.
Mi vulnerabilidad no se puede sumar a una discusión, es obvio que ahí pierdo...
Terminó el chat diciendo “está todo ok, ok???????” Yo insistía con que no estaba nada ok. “Me voy, después hablamos”... y se fue.
Si ese sábado los escuchaba a Cerati diciendo “Tal vez no hablar de más, el silencio no es tiempo perdido”, me hubiese atragantado mis pensamientos mientras seguía mirando la tele.
Y no estaría ese lunes, después de perderme Sex and the City, con el corazón en la mano, un malestar en el pecho que por momentos vuelve y, sobre todo, una gran sensación de impotencia.
Ya nada se puede hacer.